sábado, 27 de diciembre de 2014

[Caos] II


A la mañana siguiente me desperté relajada. Hacía tiempo que no dormía de un tirón.
Eran más de las once, así que bajé abajo, a la cocina. Aidan estaba fregando unas tazas.
- Buenos días - dije nada más entrar. Me sonrió.
La cocina era pequeña, estrecha. Seguramente no cabrían más de tres personas juntas. Las encimeras eran de esas rústicas de madera y mármol oscuro. Pero la nevera, los fogones y el horno eran bastante modernos, lo cual quedaba de una forma extraña. Al otro lado de la cocina había una mesa baja con taburetes de colores a su alrededor y una ventana.
- Buenos días - me respondió Aidan -. Hay leche en la nevera y he preparado café. No hay mucho más para desayunar.
- Me vale - contesté.
Me serví café solo en una taza y me lo bebí lentamente mientras Aidan me miraba de arriba a bajo. Sabía que le gustaba lo que veía.
- Hace mucho que no sabía de ti - me comentó -. Has cambiado mucho.
- Si - dije irónica -. Me ha crecido el pelo, y con él, las tetas y el culo.
Soltó una carcajada y cogió mi taza antes de que la dejara dentro de la pila cuando acabé. La lavó.
- Cuéntame - dije. Me miró extrañado -. ¿Qué me he perdido desde que te sacaron del orfanato aquellos maravillosos padres?
A Aidan lo sacaron del orfanato cuando cumplió quince años. Yo estaba a punto de cumplir catorce. Una pareja buscaba a un chico mayor que protegiera y cuidara a sus dos hijas pequeñas. Al principio Aidan se negó, pero hicieron todo lo posible para que cambiara de opinión. Lo acogieron como a uno más.
Y claro, al final se fue.
- Si, Hanon y Parker - miró al suelo e hizo una mueca -. Ellos eran fantásticos.
Debería aprender a callarme.
- ¿Eran? - Joder. Me mordí la lengua -. Lo siento, no...
Negó con la cabeza y sonrió con nostalgia.
- Ellos... tuvieron un accidente. No hace mucho - dijo. Se me encogió el pecho -. Yo me hice cargo de las mellizas a pesar de que los servicios sociales se negaran.
Me mordí el labio. Que triste. Realmente le había cogido cariño a esas personas.
- Aidan...
- No te preocupes - dijo, y volvió a cubrirse con esa coraza suya - Me voy a trabajar.
Salió de la cocina y yo lo seguí. Hasta entonces no me había percatado de su vestimenta. Camiseta negra con un logotipo y pantalones grises con muchos bolsillos.
- Volveré a las seis. Naveah y Bereth vuelven del colegio a las dos.
- Vale.
Se acercó a mi y me dio un fugaz beso en la mejilla.
¿Se fiaba lo suficiente de mi para dejarme sola en su casa? ¿Y con sus hermanas?
Parecíamos una especie de matrimonio: él se iba a trabajar y yo me quedaba en casa.
¿Pero qué mierdas decía? Agité la cabeza y Aidan salió por la puerta,
Subí a mi/su habitación y abrí mi maleta. Saqué unos leggins negros de deporte y una camiseta de manga corta.
Me hice una coleta y, con mis auriculares en mis oídos, salí a correr.
Hacía frío, pero pronto entraría en calor. Esperaba no perderme.
Corrí hacia el primer parque que encontré y empecé a dar vueltas en él. Un chico iba a mi ritmo desde hacía kilómetro y medio.
- ¿Intentas superarme? - le dije, manteniendo mi respiración constante,
- Si quisiera ya lo habría hecho hace rato - me respondió.
Solté una carcajada y me giré a mirarle unos segundos. Era joven, pero desde luego más alto que yo. Y era guapo, bastante guapo.
- Pareces bastante seguro.
- Lo estoy - me sonrió abiertamente cuando me adelantó.
Hice una mueca, ¿Quién mierdas se creía? Aceleré mi ritmo para adelantarle, pero él hizo lo mismo y al final acabamos fatigados, como era de esperar.
Gané, lo cual también era de esperar.
- Muy bien - dijo, doblándose para respirar -. Tu ganas.
Me dio un golpe en el hombro, y yo lo miré con una cara amenazante. Pero había pensado una cosa: no estaba mal hacer amigos nuevos.
- ¿Cómo te llamas? - le pregunté curiosa, y quizás demasiado coqueta.
- Darrow - dijo -. ¿Y tú?
- Gea.
Y después de esto nos quedamos en un incómodo silencio, el cual agradecía, ya que estaba demasiado exhausta como para hablar.
- Bueno, Darrow, creo que... ya nos veremos - dije entrecerrando los ojos, y luego sonreí.
Le di un golpe en el brazo al pasar por su lado y salí andando del parque. Luego volví a casa corriendo.

[Caos] I



La cola del metro avanzaba lentamente. Se cierra la puerta. Abandonas tu vida.
Dejas atrás los únicos recuerdos que has conocido, y sigues adelante. Cada kilómetro que avanza se me clava en el pecho, y me siento más niña que nunca.
Todo el miedo que guardo entre las costillas parece golpear en cada latido.
Todos parecen tranquilos, y mi respiración agitada es lo único que se puede escuchar en el vagón aparte del metro deslizándose por las vías.
Parecía imbécil. Podía notar la mirada de una mujer, apenada, juzgándome en silencio. Respira.
El vagón, según pasaba el tiempo, se iba vaciando. El hombre de mi lado me avisó que ya estábamos a punto de llegar a Washington, y a mi eso me alteró.
Me sudaban las manos. No sabía si me saldría bien las cosas. Pero no tenía nada que perder.
Maldita sea, si Agatha y Louis me hubieran creído a mi en vez de a Julie nada de esto hubiera pasado.
- ¡Es una mentirosa, por Dios! - gritó Julie señalándome. Sabía de lo que hablaba, como también sabía que toda la culpa la tenía ella -. Nunca debisteis haberla sacado de aquel orfanato.
Me quedé callada. No hacía falta decir nada. Sabía que no tenía nada que hacer contra aquella niña malcriada.
- Gea - me llamó Louis - ¿Es cierto? ¿Tú hiciste eso?
- No - dije simplemente.
- No la creáis, miente más que habla.
- De verdad, yo no hice nada - respiré -. Fue Julie.
- ¡Esto es el colmo! - gritó mi hermanastra. Se giró hacia mi dándole la espalda a sus padres y por un momento pude ver en su rostro como disfrutaba con todo esto.
Intentar defenderme no sirvió de nada.
Agité mi cabeza y me deshice de aquel horrible y reciente recuerdo. Me mordí el labio sintiendo como la rabia me consumía.
El metro se detuvo en su ultima parada y yo bajé rápidamente.
Estaba totalmente perdida. Saqué el papel que guardaba en mi bolsillo.
North Ivy Street.
Perfecto. ¿Dónde demonios estaba eso?
No tuve otro remedio que pararme a preguntar cada cinco minutos a personas que se atrevían a luchar contra este frío. Al final encontré la dichosa calle.
Llamé al timbre, y crucé los dedos.
Por favor, ábreme, por favor, por favor...
La puerta se abrió y el aire caliente del interior de la casa me golpeó. Pude verlo bien. Wow.
- ¿Gea? - me preguntó al verme -. Cuanto tiempo. ¿Qué tal estás?
Hice una mueca y él me invitó a pasar. Abrió bastante los ojos cuando entré a la casa arrastrando unas maletas conmigo. Tomé aire.
- De eso mismo quería hablarte - bajé la voz -. Necesito que me hagas un favor.

- A ver si me queda claro - dijo después de escuchar toda la historia -. Tus padres, los que te adoptaron, te han tirado de casa. Y ahí es cuando entro yo.
- Así es - dije, un poco hastiada de tener que repetirlo varías veces.
Apoyó sus codos sobre las rodillas y suspiró. No me hagas suplicarte, por Dios. Alzó la vista y me miró con sus impresionantes ojos verdes.
- Tendría que pensarlo - respondió por fin -. Además están Naveah y Bereth.
- No me importa dormir en el sofá - dije rápidamente. Sonreí.
Suspiró y se levantó del sofá. Dio varias vueltas por la habitación. Lo seguí con la mirada.
- De acuerdo - dijo de golpe. Me levanté del sofá de un salto - Pero dormirás en mi cama. Yo dormiré en el sofá.
- Gracias, gracias - comencé a saltar y a abrazarle como una adolescente desprovista de neuronas -. Muchas gracias, Aidan.
La puerta principal se abrió y por ella entró una niña morena y con los ojos azules. No tendría más de diez años. Tenía el pelo enmarañado y rizado, la cara llena de pequeñas pecas y unos ojos preciosos. Luego, detrás de ella, entró otra niña que era igual, pero con el pelo rubio y liso. Eran adorables.
- Hola - las saludó Aidan. Me escondí detrás de él cuando comencé a percibir las malas miradas que me echaba la morena. Mi amigo carraspeó - Chicas, esta es Gea, se va a quedar un tiempo con nosotros; Gea, estas son mis hermanas: Naveah - señaló a la morena y luego a la rubia - y Bereth,
- Hola - levanté la mano e hice un gesto de indiferencia, lo que hizo entrecerrar los ojos a Naveah. No se fiaba de mi. La verdad, yo tampoco lo haría.
Aidan me enseñó la habitación en la que dormiría, SU habitación. Me sentía culpable por hacerle dormir en el sofá cuando había hecho tanto por mi.
El cuarto era pequeño, no tenía nada como fotos familiares ni posters de chicas ligeras de ropa, era bastante sencillo. Una cama de hierro con la manta negra, un escritorio negro, un pequeño puf gris con letras blancas y una estantería de hierro llena de libros.
- Qué bonita - dije cuando estuve un rato examinando la estancia.
Le echó un vistazo y luego me miró a mi, y sonrió.
- Me alegro de que estés bien - y dicho esto se fue.

martes, 16 de diciembre de 2014

Caos. Prólogo.

Comencemos situando las cosas. Me llamo Gea Reinhard. Desde que nací he estado metida en un orfanato del sur de California. Hasta que tuve 15 años. Después de dos años mis padres adoptivos me tiran de casa por algo que realmente no hice.
Esta no es la típica historia de una adolescente cabreada con la vida.
No es una historia de superación.
Esta es una historia de cómo caer en picado.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Capítulo 3.


Me camuflé entre todos los alumnos que iban a la cafetería y me dirigí al patio.
Fui a sentarme en las gradas, pero mi habitual sitio estaba ocupado.
- ¿Otra vez tú por aquí? - le pregunté.
- Siempre es un placer molestarte - respondió Guideon. Se giró y me sonrió.
La única sonrisa sincera que me dirigía alguien desde hace bastante tiempo.
Me senté junto a él y me entretuve encendiendo y apagando mi mechero.
- ¿Por qué te dedicas a hacer que los profesores te tiren de sus clases? - me preguntó después de unos minutos. Lo miré por un momento.
- No me gusta estar ahí dentro.
- ¿Y qué diferencia hay de estar aquí fuera?
- Nadie me dice qué tengo que hacer - respondí tangente.
Me di cuenta en ese momento de que era bastante guapo. Era uno de estos tíos que si lo ves por la calle te quedas mirando, preguntándote quién tendrá la suerte de besar esos labios; pero en un instituto como este, si no te buscas una gran reputación -ya sea buena o mala- no eres nadie. Qué lástima no haberme fijado en él antes.
Tú serás la próxima que tendrá la suerte de besar esos labios. Me reí ante mi pensamiento y Guideon me miró extrañado. Negué con la cabeza.
- ¿Y qué consigues?
- ¿Qué consigo de qué?
- Con esa fachada de chica mala.
Raspé el lateral de mi zapatilla con las llaves. Pensé realmente el por qué de mi actitud, pero no saqué ninguna conclusión. Supuse que era así como era realmente.
- No es una fachada. Yo no finjo nada.
El timbre sonó, y yo no tardé en recoger mis cosas y dejar a Guideon con la palabra en la boca. No sabía qué esperaba, pero desde luego no le iba a contar mi vida, ni mis secretos, ni mis pensamientos.
- ¡Vivian! - gritaron. Me giré y vi a mi amigo Jeff corriendo por el pasillo en mi dirección -. Joder, llevo toda la mañana buscándote.
Sonreí a modo de disculpas y me puso las manos sobre los hombros.
- Por favor, dime que no es cierto - me dijo.
- ¿Qué no es cierto? - preguntó Dafne llegando con Deborah.
- Lo que te he contado antes - le explicó Jeff.
- Hostia sí, es muy fuerte - comentó Deborah.
- ¿Me podéis decir qué mierdas habláis? - grité. Todos los alumnos se giraron a verme, aunque ya me miraban antes de ello. Fuera lo que fuese lo que se rumoreaba sobre mi, no tenía pinta de ser bueno.
Mis amigos me arrastraron hasta un pasillo del instituto en el que no habían muchos alumnos en ese momento. Jeff respiró antes de comenzar a hablar.
- Antes, en la cafetería, Ty Randall ha empezado a contarle a todos los jugadores del equipo que lo hicisteis en el cuarto del conserje y que tu... bueno...
- Se la chupaste - concluyó Dafne.
- Y que al fin y al cabo no follabas tan mal, que podría repetir alguna que otra vez.
Me quedé callada. ¿Este tío no tenia neuronas? Si hubiera pasado de verdad pasaría del tema. Pero que por todo el instituto tenga reputación de guarra... eso no lo iba a permitir.
- También les ha dicho a todos que si querían un polvo tú aceptarías enseguida.
Apreté la mandíbula y me crují las muñecas. No tenía ni puta idea de qué coño iba ese niñato de mierda, pero ha fallado si se creía que iba a salir ileso de esa. Menos mal que no estaba Ian...
- ¿A alguno os toca clase con él? - pregunté, y me culpé de haberlo dicho tan bruscamente. Ellos no tenían la culpa de nada, solo me estaban ayudando.
- Vi, es mejor que lo dejes - me recomendó Deborah.
- Si, ese chaval los puede poner a todos en tu contra.
- ¡Ya los ha puesto en mi contra! ¿No os dais cuenta? Primero hizo que expulsaran a mi hermano y él se fue de rositas, y ahora va divulgando por ahí que soy una puta.
Caminé de un lado a otro, rabiosa. Quería darle un par de hostias a Ty, pero sabía que acabaría igual que Ian. Serás una paria social.
- ¿Entonces qué piensas hacer? - me preguntó Jeff - Si quieres yo puedo...
- No vas a pelearte con el - le interrumpí - Ya se me ocurrirá algo.
- Eh, Vivian, ¿cuánto cobras la hora? - me preguntó un tío del equipo que pasaba por ahí. Se rió.
- Pregúntaselo a tu madre, seguro que es más barato - respondí, pero eso no bastó para que dejara de reírse en mi cara. Resoplé. Se iba a tragar los dientes.
- Capullo - murmuró Dafne.
- Tranquila - murmuré -. La venganza es un plato que se sirve bien frío.
Y sabía perfectamente las armas que tenía que usar.

Capítulo 2.


- ¿Estás de coña? - grité histérica.
- No te alteres, Vi - él hizo un gesto indicando que me calmara -. No es para tanto.
- ¿Cómo que no es para tanto? - me levanté del sillón de un salto y lo señalé con un dedo acusador - ¡Te han expulsado dos semanas!
- Ha merecido la pena... - murmuró.
Lo miré decepcionada. Me arrodillé en el suelo y lo miré a la cara.
- ¿Tienes alguna idea de lo que puede pasar? - dije lentamente -. Me prometiste, y le prometiste a mamá, que no te meterías en problemas.
- Pero mamá ya no está aquí - dijo bruscamente.
- Y menos mal - respondí de la misma forma -. Estaría muy decepcionada contigo.
Se levantó y le dio una patada a la mesa que había junto al sofá. La lámpara que había sobre ella se estampó contra el suelo y el sonido es lo único que se podía oír.
- ¿Te crees que soy el único problemático? ¡Mírate! ¡Tú le darías asco! - gritó -. Te quejas de mí pero realmente eres tú la que de verdad da vergüenza. Solo intentas llamar la atención con tus numeritos de chica mala, y llenarlo todo con tu mierda - subió las escaleras y se encerró en su habitación con un portazo.
Me quedé allí parada, mirando la lámpara rota.
¿Ian tenía razón? Negué con la cabeza y me senté en el suelo. Enterré la cabeza entre las rodillas, incapaz de creerme todo aquello.
Das asco, Vivian.
- ¡No! - grité. Él no podía tener razón.
Estaba tan obsesionada con que Ian no se metiera en problemas que ni me había dado cuenta en lo que me había convertido.
Pero si mamá aún estuviera aquí yo seguiría siendo la niñita tímida y consentida.
La verdad no sabía qué era peor.
Mi móvil sonó con el tono de Feelin' Myself de Will.I.Am. El nombre de Jeff se leía en la pantalla. Colgué. No quería hablar con nadie, ni ver a nadie
Subí al mirador que había en el tejado de la casa y encendí un cigarrillo.
Le di una larga calada y me sequé la pequeña lágrima que se había escapado de mi ojo.
No podía hacer de policía con un tío de 16 años. Si tiene cerebro, ¿qué más que usarlo?


A la mañana siguiente me desperté agarrotada en el sillón del salón. Me dolía cada uno de los huesos de mi cuerpo.
Ian no estaba en su habitación cuando pasé por delante,
Tenía cuatro llamadas perdidas de Jeff, tres de Dafne y una de Deborah. Me sentí culpable por preocuparles, pero no quería darles explicaciones de nada.
Me cambié la ropa del día anterior por una camiseta gris con el hombro al descubierto y unos pantalones cortos con tachuelas.
Me peiné y me cepillé los dientes. No desayuné; no tenía hambre.
Salí de casa y caminé rumbo al instituto.
Llegas dos horas tardes, ¿te parece normal? Gruñí, y me dije a mi misma que podría ser peor.
El conserje me miró mal cuando crucé la puerta principal.
- Buenos días, Hank - dije irónicamente. El hombre ya debería estar acostumbrado a mi impuntúalidad, o a verme siempre por los pasillos.
Me dirigí a la clase de Álgebra, a la cual, claramente, no me dejaron entrar.
Caminé hacia el baño de chicas, pero cuando pasaba por delante del cuarto del conserje un brazo me estiró y me metió en aquel cuarto oscuro. Una respiración entrecortada rompía el silencio, y me di cuenta de que era la mía. Una caricia en mi muslo fue lo que me puso alerta.
- ¿Quién eres? - pregunté en un susurro, pero no dudaría en gritar.
- Relájate, cariño - me respondió una voz masculina. Me era familiar, pero no sabría decir quien era. Palpé la pared. ¿Dónde mierdas estaba el interruptor? Con el tiempo que me paso aquí...
Te están intentando violar y tú te pones a pensar en todas las veces que has estado aquí con un tío. Muy bien, Vi.
Gruñí intentando apartarme de aquel chico y encendí por fin la luz. El rostro de Ty Randall apareció muy cerca del mío.
- Joder, me has asustado - murmuré. Él me hizo un gesto diciendo que me quedara callada y me agarró para que rodeara su cadera con mis piernas.
Se deshizo de su camiseta y luego de la mía. Se quejó cuando le mordí el labio.
Noté que tenía una herida en él. También tenía un gran moratón en la mandíbula.
- ¿Qué te ha pasado? - le pregunté. Él negó con la cabeza y me volvió a besar. Lo empujé para mirarlo a los ojos -. ¿Te has peleado?
- Fue ayer, pero no tiene importancia...
- ¡Fuiste tú! - grité, encajando las piezas -. Tú te peleaste con Ian.
Me solté de su agarre y me vestí maldiciendo en voz baja. ¿Por qué mierdas no lo expulsaron a él también? Desde luego mi hermano no se pelea con nadie por amor al arte, Ty tuvo que hacerle o decirle algo. Joder, qué estúpida soy.
Salí de la pequeña estancia dejando detrás mía a un tío semidesnudo y con ganas.

lunes, 8 de diciembre de 2014

Capítulo 1.


- Bébete la leche - ordené.
- Tengo prisa. Te veo esta...
- ¡Ian, siéntate y bébete la puta leche! - grité, acabando con mi paciencia.
Ian levantó las manos en señal de rendición. Se sentó y se bebió el vaso de leche de un trago. Luego se levantó de un salto, me dio un beso en la mejilla y salió rápidamente de casa. Suspiré.
Parecía mentira que tuviera 16 años. Tenía la mentalidad de un crío de 10.
Después de recoger un poco la cocina subí a mi habitación, me cepillé el pelo y me maquillé levemente.
Supuse que Dafne ya estaría fuera, esperando para ver cuando me daba la gana bajar.
Recogí el resto de mis cosas y salí de casa para dirigirme al Jeep que había aparcado justo en la puerta.
- Buenos días - dije alegremente. Ella hizo una mueca y me miro.
- Siempre te superas eh. Cinco minutos más tarde que ayer - se quejó, refiriéndose al tiempo que tardaba en estar lista. Sonreí.
En la radio sonaba Lovers On The Sun de David Guetta, y ambas la cantamos por lo bajo hasta que llegamos al instituto.
- Vivian - me llamó Axel cuando bajé del Jeep. Me giré para mirarlo. Más bien para comértelo con la mirada.
Sonreí ante mi pensamientos y rodé los ojos cuando Axel se acercó a mi y adoptó su postura de mojabragas.
Te va a hacer falta algo más que una pose.
- Dime - dije, ya que no había hablado aún.
- Tengo entendido que has roto con el chico ese, ¿Malcom? - dijo acercándose peligrosamente a mi.
- Mike - le corregí, hastiada.
- Si, ese - susurró -. Entonces estás libre. ¿Qué te parece si algún día de estos vemos una película en mi casa?
Se apoyó en el pilar que estaba junto a mi, lo que hizo que estuviera aún más cerca de mi rostro.
Sonreí ironicamente. Axel Herbet. No era el capitán del equipo del instituto, ni el más popular. Bueno, todo el mundo lo conocía, si, pero no tenía una buena reputación. ¿Estás diciendo que tú la tienes? Era el típico chico malo que las llevaba a todas de calle.
Por mi suerte -o su desgracia- yo ya tenía bastante experiencia con esa clase de tíos, y no iba a caer en la trampa.
- Herbet, no creo que tu visión de “ver una película" sea la misma que la mía - dije.
- Eso lo podemos solucionar - susurró en mi oído. Luego rozó sus labios por mi mandíbula. Lo aparté de un empujón.
Buen intento.
- He oído que a Lexie le has roto el corazón - hice un gesto de llanto -. Lástima.
Dicho esto me fui, justo a tiempo de pillar a mis amigos, que estaban entrando.
- ¿Qué quería Axel? - me preguntó Deborah. Sonreí y negué con la cabeza, señalando que no era nada. Asintió.
Preferí no contarle nada sobre ese incidente. Llevaba detrás de Axel desde secundaria. Y, a pesar de que yo le suelo advertir que es un capullo, ella siempre sonríe como una estúpida cuando cree que la mira. Pobre.
Sonó el timbre, y cada uno nos dirigimos a nuestras respectivas clases.
No duré ni diez minutos en clase de Geografia antes de que el profesor Wester me tirara fuera del aula. Perfecto.
Me senté en las gradas del campo de fútbol y encendí un cigarrillo.
Le di una larga calada y fui expulsando el humo léntamente.
- ¿Nunca te han dicho que está prohibido fumar en el instituto? - me dijo una voz. Me giré, dispuesta a enfrentarme a cualquiera. Era un chico, alto, moreno y con barba. Lo había visto antes por los pasillos de clase. Había repetido dos veces, y creo recordar que era italiano. Pero no me acordaba de su nombre.
- ¿Nunca te han dicho que no tienes que meterte en asuntos ajenos? - dije cortante. El chico sonrió.
Cerebro, piensa en nombres italianos. Seguro que su nombre es italiano.
- Guideon - dijo como si me hubiera leído la mente. O puede que en vez de hablar con mi subconsciente hubiera hablado en voz alta.
- ¿Qué? - dije distraída. Eres estúpuda. Él se rió.
- Guideon Rialto - repitió. Era su nombre. Sonreí levemente -. Y tu eres Vivian Moore, si no me equivoco.
- No te equivocas - volví a darle otra calada a mi cigarillo. No me interesaba hablar con él. No quería que nadie me molestara en mis momentos de refrexión.
- Voy con tu hermano en la mayoría de clases.
No respondí. No quería seguir con esa conversación. Podía notar sus ojos fijos en mi. Luego ya no. Cuando quise darme cuenta Guideon había desaparecido y el timbre marcaba la hora del almuerzo.
Todos los alumnos llenaban el pasillo para ir a la cafetería, así que esperé un poco.
Cuando llegué había un gran círculo en medio de la cafetería.
Rezaba para que Jeff no se hubiera metido en otra pelea.
Me hice paso entre los alumnos que gritaban pelea, y fue entonces cuando me di cuenta de la situación. Me metí directamente en la pelea, y por ello conseguí llevarme un puñetazo en el brazo.
- Ian, ¿qué demonios estás haciendo? - le grité a mi hermano, al que le sangraba la nariz.

Prólogo.

Me dolían mucho las costillas, y me costaba respirar.
Un momento, ¿estaba respirando?
El olor de neumático quemado me ahogaba, y supuse que no me quedaría mucho.
Ahora es cuando ves una luz a lo lejos, Vivian. Y irás al infierno.
Estaba demasiado mareada como para ordenarle a mi subconsciente que no jodiera más las cosas.
Aunque sabes que es verdad.
Y lo era. Me iba a morir.
Y lo último que pensé fue en él, aunque suene cursi. Y en mis amigos, y en mi hermano. ¿Estarán todos bien?
Solté un último aliento.
Un pitido parecía querer taladrarme el cerebro.
Después, todo era luz.