miércoles, 10 de diciembre de 2014

Capítulo 3.


Me camuflé entre todos los alumnos que iban a la cafetería y me dirigí al patio.
Fui a sentarme en las gradas, pero mi habitual sitio estaba ocupado.
- ¿Otra vez tú por aquí? - le pregunté.
- Siempre es un placer molestarte - respondió Guideon. Se giró y me sonrió.
La única sonrisa sincera que me dirigía alguien desde hace bastante tiempo.
Me senté junto a él y me entretuve encendiendo y apagando mi mechero.
- ¿Por qué te dedicas a hacer que los profesores te tiren de sus clases? - me preguntó después de unos minutos. Lo miré por un momento.
- No me gusta estar ahí dentro.
- ¿Y qué diferencia hay de estar aquí fuera?
- Nadie me dice qué tengo que hacer - respondí tangente.
Me di cuenta en ese momento de que era bastante guapo. Era uno de estos tíos que si lo ves por la calle te quedas mirando, preguntándote quién tendrá la suerte de besar esos labios; pero en un instituto como este, si no te buscas una gran reputación -ya sea buena o mala- no eres nadie. Qué lástima no haberme fijado en él antes.
Tú serás la próxima que tendrá la suerte de besar esos labios. Me reí ante mi pensamiento y Guideon me miró extrañado. Negué con la cabeza.
- ¿Y qué consigues?
- ¿Qué consigo de qué?
- Con esa fachada de chica mala.
Raspé el lateral de mi zapatilla con las llaves. Pensé realmente el por qué de mi actitud, pero no saqué ninguna conclusión. Supuse que era así como era realmente.
- No es una fachada. Yo no finjo nada.
El timbre sonó, y yo no tardé en recoger mis cosas y dejar a Guideon con la palabra en la boca. No sabía qué esperaba, pero desde luego no le iba a contar mi vida, ni mis secretos, ni mis pensamientos.
- ¡Vivian! - gritaron. Me giré y vi a mi amigo Jeff corriendo por el pasillo en mi dirección -. Joder, llevo toda la mañana buscándote.
Sonreí a modo de disculpas y me puso las manos sobre los hombros.
- Por favor, dime que no es cierto - me dijo.
- ¿Qué no es cierto? - preguntó Dafne llegando con Deborah.
- Lo que te he contado antes - le explicó Jeff.
- Hostia sí, es muy fuerte - comentó Deborah.
- ¿Me podéis decir qué mierdas habláis? - grité. Todos los alumnos se giraron a verme, aunque ya me miraban antes de ello. Fuera lo que fuese lo que se rumoreaba sobre mi, no tenía pinta de ser bueno.
Mis amigos me arrastraron hasta un pasillo del instituto en el que no habían muchos alumnos en ese momento. Jeff respiró antes de comenzar a hablar.
- Antes, en la cafetería, Ty Randall ha empezado a contarle a todos los jugadores del equipo que lo hicisteis en el cuarto del conserje y que tu... bueno...
- Se la chupaste - concluyó Dafne.
- Y que al fin y al cabo no follabas tan mal, que podría repetir alguna que otra vez.
Me quedé callada. ¿Este tío no tenia neuronas? Si hubiera pasado de verdad pasaría del tema. Pero que por todo el instituto tenga reputación de guarra... eso no lo iba a permitir.
- También les ha dicho a todos que si querían un polvo tú aceptarías enseguida.
Apreté la mandíbula y me crují las muñecas. No tenía ni puta idea de qué coño iba ese niñato de mierda, pero ha fallado si se creía que iba a salir ileso de esa. Menos mal que no estaba Ian...
- ¿A alguno os toca clase con él? - pregunté, y me culpé de haberlo dicho tan bruscamente. Ellos no tenían la culpa de nada, solo me estaban ayudando.
- Vi, es mejor que lo dejes - me recomendó Deborah.
- Si, ese chaval los puede poner a todos en tu contra.
- ¡Ya los ha puesto en mi contra! ¿No os dais cuenta? Primero hizo que expulsaran a mi hermano y él se fue de rositas, y ahora va divulgando por ahí que soy una puta.
Caminé de un lado a otro, rabiosa. Quería darle un par de hostias a Ty, pero sabía que acabaría igual que Ian. Serás una paria social.
- ¿Entonces qué piensas hacer? - me preguntó Jeff - Si quieres yo puedo...
- No vas a pelearte con el - le interrumpí - Ya se me ocurrirá algo.
- Eh, Vivian, ¿cuánto cobras la hora? - me preguntó un tío del equipo que pasaba por ahí. Se rió.
- Pregúntaselo a tu madre, seguro que es más barato - respondí, pero eso no bastó para que dejara de reírse en mi cara. Resoplé. Se iba a tragar los dientes.
- Capullo - murmuró Dafne.
- Tranquila - murmuré -. La venganza es un plato que se sirve bien frío.
Y sabía perfectamente las armas que tenía que usar.

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