miércoles, 10 de diciembre de 2014

Capítulo 2.


- ¿Estás de coña? - grité histérica.
- No te alteres, Vi - él hizo un gesto indicando que me calmara -. No es para tanto.
- ¿Cómo que no es para tanto? - me levanté del sillón de un salto y lo señalé con un dedo acusador - ¡Te han expulsado dos semanas!
- Ha merecido la pena... - murmuró.
Lo miré decepcionada. Me arrodillé en el suelo y lo miré a la cara.
- ¿Tienes alguna idea de lo que puede pasar? - dije lentamente -. Me prometiste, y le prometiste a mamá, que no te meterías en problemas.
- Pero mamá ya no está aquí - dijo bruscamente.
- Y menos mal - respondí de la misma forma -. Estaría muy decepcionada contigo.
Se levantó y le dio una patada a la mesa que había junto al sofá. La lámpara que había sobre ella se estampó contra el suelo y el sonido es lo único que se podía oír.
- ¿Te crees que soy el único problemático? ¡Mírate! ¡Tú le darías asco! - gritó -. Te quejas de mí pero realmente eres tú la que de verdad da vergüenza. Solo intentas llamar la atención con tus numeritos de chica mala, y llenarlo todo con tu mierda - subió las escaleras y se encerró en su habitación con un portazo.
Me quedé allí parada, mirando la lámpara rota.
¿Ian tenía razón? Negué con la cabeza y me senté en el suelo. Enterré la cabeza entre las rodillas, incapaz de creerme todo aquello.
Das asco, Vivian.
- ¡No! - grité. Él no podía tener razón.
Estaba tan obsesionada con que Ian no se metiera en problemas que ni me había dado cuenta en lo que me había convertido.
Pero si mamá aún estuviera aquí yo seguiría siendo la niñita tímida y consentida.
La verdad no sabía qué era peor.
Mi móvil sonó con el tono de Feelin' Myself de Will.I.Am. El nombre de Jeff se leía en la pantalla. Colgué. No quería hablar con nadie, ni ver a nadie
Subí al mirador que había en el tejado de la casa y encendí un cigarrillo.
Le di una larga calada y me sequé la pequeña lágrima que se había escapado de mi ojo.
No podía hacer de policía con un tío de 16 años. Si tiene cerebro, ¿qué más que usarlo?


A la mañana siguiente me desperté agarrotada en el sillón del salón. Me dolía cada uno de los huesos de mi cuerpo.
Ian no estaba en su habitación cuando pasé por delante,
Tenía cuatro llamadas perdidas de Jeff, tres de Dafne y una de Deborah. Me sentí culpable por preocuparles, pero no quería darles explicaciones de nada.
Me cambié la ropa del día anterior por una camiseta gris con el hombro al descubierto y unos pantalones cortos con tachuelas.
Me peiné y me cepillé los dientes. No desayuné; no tenía hambre.
Salí de casa y caminé rumbo al instituto.
Llegas dos horas tardes, ¿te parece normal? Gruñí, y me dije a mi misma que podría ser peor.
El conserje me miró mal cuando crucé la puerta principal.
- Buenos días, Hank - dije irónicamente. El hombre ya debería estar acostumbrado a mi impuntúalidad, o a verme siempre por los pasillos.
Me dirigí a la clase de Álgebra, a la cual, claramente, no me dejaron entrar.
Caminé hacia el baño de chicas, pero cuando pasaba por delante del cuarto del conserje un brazo me estiró y me metió en aquel cuarto oscuro. Una respiración entrecortada rompía el silencio, y me di cuenta de que era la mía. Una caricia en mi muslo fue lo que me puso alerta.
- ¿Quién eres? - pregunté en un susurro, pero no dudaría en gritar.
- Relájate, cariño - me respondió una voz masculina. Me era familiar, pero no sabría decir quien era. Palpé la pared. ¿Dónde mierdas estaba el interruptor? Con el tiempo que me paso aquí...
Te están intentando violar y tú te pones a pensar en todas las veces que has estado aquí con un tío. Muy bien, Vi.
Gruñí intentando apartarme de aquel chico y encendí por fin la luz. El rostro de Ty Randall apareció muy cerca del mío.
- Joder, me has asustado - murmuré. Él me hizo un gesto diciendo que me quedara callada y me agarró para que rodeara su cadera con mis piernas.
Se deshizo de su camiseta y luego de la mía. Se quejó cuando le mordí el labio.
Noté que tenía una herida en él. También tenía un gran moratón en la mandíbula.
- ¿Qué te ha pasado? - le pregunté. Él negó con la cabeza y me volvió a besar. Lo empujé para mirarlo a los ojos -. ¿Te has peleado?
- Fue ayer, pero no tiene importancia...
- ¡Fuiste tú! - grité, encajando las piezas -. Tú te peleaste con Ian.
Me solté de su agarre y me vestí maldiciendo en voz baja. ¿Por qué mierdas no lo expulsaron a él también? Desde luego mi hermano no se pelea con nadie por amor al arte, Ty tuvo que hacerle o decirle algo. Joder, qué estúpida soy.
Salí de la pequeña estancia dejando detrás mía a un tío semidesnudo y con ganas.

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